Por Tesy De Biase


Un estudio revela que más del 50% de los empleados jerárquicos sufre insomnio y se siente agotado por el estrés

Estrés: cómo nos afecta y qué hacemos para evitarlo
Estrategias que nos permiten incrementar la resistencia a las presiones y no ser vulnerables al efecto tóxico de la ansiedad Una reciente investigación realizada en empleados jerárquicos de la ciudad y la provincia de Buenos Aires arroja resultados interesantes sobre el impacto del estrés: el 65% presentaba niveles de ansiedad elevados y el 59% confesó sentir los efectos nocivos de su propia y creciente impulsividad, agresión y sentimiento de insatisfacción.

La mitad admitió perder rápidamente la paciencia, revela el estudio realizado por la licenciada Mara Diz, psicóloga, que dirige una consultora que organiza cursos de control de estrés en empresas. Además, el 67% sufría el peso de las contracturas y más de la mitad padecía insomnio y experimentaba signos de agotamiento.

Cuando el árbol arterial es el target del estrés crónico, el resultado es catastrófico: hoy las enfermedades vasculares constituyen la primera causa de muerte en el mundo. ¿Cómo atribuirle tanto poder a un mecanismo natural que en situaciones puntuales resulta estrictamente indispensable?

Adrenalina en acción

El cuerpo se tensa. La sangre se concentra en las piernas desde un corazón que bombea acelerado. Las manos se encrespan y una catarata enfervorizante de adrenalina anticipan el escenario para la acción: el cerebro escaneó una amenaza y alertó al cuerpo para atacar o huir.

Fisiología ancestral útil para escapar de una manada de elefantes, pero particularmente inoperante para defenderse de un atascamiento del tránsito; entonces el disparo de ansiedad no es más que un golpe al corazón y una ruta segura hacia la hipertensión arterial.

El estrés es una respuesta fisiológica y emocional frente a una situación que se decodifica como amenazante. Cuando la reacción se prolonga, el cuerpo se quiebra: el estrés enferma, deprime las defensas, altera la sexualidad, desborda las emociones.

La salud cardiaca fue uno de los primeros focos de análisis. Las primeras hipótesis científicas sobre los efectos de las emociones sobre la circulación se remontan al siglo XV. Ya en tiempos de Shakespeare, el médico inglés William Harvey publicó una desafiante teoría que dos siglos más tarde William Osler, considerado el padre de la medicina interna, tradujo en términos más actuales, al describir al paciente cardíaco como una persona ambiciosa e incisiva.

Después fueron los cardiólogos norteamericanos Meyer Friedman y Ray Roseman quienes describieron el perfil de quienes hacían estallar sus emociones en el corazón. La personalidad tipo A se convirtió en el prototipo del cardíaco, cuyo modelo de reacción es paradigmático de la respuesta negativa del estrés.

“Se trata de personas que activan la secuencia psicofísica de estrés con gran facilidad ya que tienden a pensar como de características amenazantes los estímulos más pequeños, considerando como estresor las circunstancias de la vida”, explica un documento de la Sociedad Argentina de Medicina del Estrés. Y concluye: “Son personas que pagan un alto costo físico por su estrés psicológico”.

Perfil personal

“La mayoría de las veces nos encontramos reaccionando explosivamente por cosas poco importantes, haciéndolas responsables de nuestro estrés”, dice la licenciada Diz, pero la verdad es que no siempre somos conscientes de los estresores físicos o psicológicos que disparan nuestra respuesta.

“Para mejorar el control sobre el estrés es útil conocer nuestro perfil personal, para reconocer e interpretar las señales de alarma y aprender a manejar las emociones en lugar de dejarnos llevar por ellas; al ser conscientes de nuestras emociones podemos usarlas positivamente.”

La filosofía del programa propuesto es reforzar los recursos personales para hacer frente a las presiones y dificultades. “No es útil sentarse sobre la impotencia y la victimización, diciendo que no se puede hacer nada porque las imposibilidades son ajenas a nosotros: los problemas están en el país, en la situación laboral, siempre afuera. Hay que cambiar porque, si continuamos haciendo lo que siempre hicimos, seguramente vamos a obtener los mismos resultados.”

La apuesta es rearmarse con recursos psicológicos creativos que respondan a las emociones que dispara el estrés: ansiedad, miedo, ira y depresión. Además, instrumentar el “octógono de la salud”, que resume los ocho factores fundamentales que conducen a una vida desestresada y placentera: dieta sana, sueño nocturno de 6 a 8 horas, diversiones que requieran compromiso activo, desafíos creativos en el trabajo, apoyo en los afectos, aprender a reírse de las dificultades, optimismo basado en la autoconfianza, y ejercicio físico regular.

La actividad física no es un factor más, ya que el estrés prepara psicofisiológicamente para una respuesta que nunca se ejecuta, con lo cual queda un nivel de tensión en el cuerpo que es preciso descargar. El yoga y la meditación son dos disciplinas que tienden a eliminar las tensiones y alcanzar la armonía psicofísica.

“La meditación tiene por finalidad lograr la quietud de la mente, y alcanzar la armonía interior y la tranquilidad mental”, explica David Lifar, director de la Fundación Indra Devi. La relajación alcanzada gracias al yoga ayuda, además, “a recomponer el equilibrio energético en el cuerpo, aflojando y liberando las tensiones y contracturas que producen las presiones cotidianas. Su objetivo es encontrar la paz mental, instrumento de vital importancia para reducir el impacto del estrés en nuestro diario vivir”.