Por Tesy De Biase
Para LA NACION – Suplemento Salud 

Dos de cada tres porteños tienen problemas para conciliar el sueño y cada noche pierden tres horas de descanso. Cuáles son las mejores estrategias para solucionar este trastorno emparentado con el estrés, que también afecta a los niños

“Los argentinos dormimos cada vez peor porque no categorizamos la importancia del sueño nocturno”, sentencia Margarita Blanco, jefa de Medicina del Sueño del Centro Neurológico del Hospital Francés y autora principal de una encuesta que delimita el alcance y los riesgos de un trastorno que compromete a dos de cada tres adultos.

Lentificación de los reflejos motores, somnolencia diurna y disminución de la capacidad de concentración -con el consiguiente riesgo de sufrir y provocar accidentes-, irritabilidad, disminución de la memoria, bajo rendimiento laboral, reducción en los niveles de energía, alteraciones de la sexualidad, desorientación, problemas con el pensamiento abstracto, fatiga y riesgo incrementado de padecer diversos trastornos físicos, especialmente cefaleas y alteraciones endocrinológicas, es la nutrida constelación de efectos producidos por el insomnio.

Pero lo curioso es que la falta de sueño no compromete sólo la salud de quien lo padece, sino también la de su pareja. Según un estudio publicado en la revista Sleep, los problemas del sueño aparecen asociados con un empobrecido estado de salud general, trastornos de salud mental, infelicidad, bajo optimismo e insatisfacción? en los cónyuges de los insomnes.

“Los trastornos del sueño de los esposos impactan negativamente en la salud y el bienestar de sus partenaires”, concluyó William Strawbridge, especialista del Instituto de Salud y Envejecimiento de San Francisco, Estados Unidos. A pesar de su inocente apariencia, el sueño es un proceso fisiológico altamente organizado, que determina no sólo el estado de la vigilia, sino el estado del matrimonio.

Tres horas en suspenso
Según una encuesta realizada en Buenos Aires, San Pablo y México, dos tercios de los casi 1800 consultados se quejaron por sus dificultades para dormir. Tal como fue publicado en la Revista de Neurología, el déficit en horas de sueño alcanzó, en las personas más afectadas, aproximadamente tres horas por noche.

“Aunque 8,2 horas de sueño constituyen las deseadas, los encuestados informaron que duermen sólo un promedio de 5,8 horas por noche”, informa Margarita Blanco. Sin embargo, el parámetro del buen dormir no es la cantidad de horas, sino su calidad. Para obtener un efecto reparador sobre la vida de vigilia y sentirse despierto por la mañana, cada uno necesita una cantidad personal de horas. El tiempo es una variable subjetiva. También lo son las formas que adquiere el insomnio. En la población urbana que se estudió, los problemas fueron -según su orden de mérito- despertar en medio de la noche, despertar cansado y somnoliento, dificultad para conciliar el sueño, dificultad para reiniciar el sueño luego de una interrupción nocturna y despertar demasiado temprano en la mañana.

Tan personal como el sueño es el tratamiento de su déficit. Partiendo de la premisa de que no existen soluciones estandarizadas, el doctor Norberto Kriguer, director del Centro de Fatiga Crónica y Medicina del Sueño, recorre las aristas del insomnio y sus alternativas terapéuticas.

Para radiografiar las dificultades, el experto indaga al insomne, pero más que en su relato confía en las confesiones de quien duerme con él. El compañero de cuarto es la voz más autorizada a la hora de definir los alcances del insomnio.

Si la dificultad está en el despertar abrupto en medio de la noche, la herramienta más efectiva es la restitución del sueño, que consiste en prohibir la vuelta a la cama una vez despierto; progresivamente, el insomne irá cayendo rendido a los pies de Orfeo.

El despertar con somnolencia tiene diversos motivos que se indagan a través de un estudio llamado polisomnografía, que es una suerte de electroencefalograma que se prolonga durante toda la noche. Pueden surgir anormalidades en la actividad cerebral nocturna, que se resuelven con medicaciones específicas. La fatiga también tiene su propia herramienta farmacológica: el modafinilo.

Evitar el estrés
Cuando la dificultad está en conciliar el sueño, Kriguer recomienda especialmente evitar cualquier actividad estresante antes de dormir, ya que es un cuadro típico de los estados de ansiedad. Si es estrictamente necesario, administra melatonina, antihistamínicos o hipnóticos de acción corta. Sin embargo, el secreto estaría en la terapia antiestrés, tendiendo en cuenta, además, que el estrés es la principal causa de insomnio.

“Un cuerpo estresado está tenso, porque supone la existencia de algún peligro y se prepara para la acción -comenta la licenciada Mara Diz, terapeuta especializada en control de estrés-. Si no se logró una adecuada relajación, el cerebro sigue alerta y no es posible conciliar el sueño, o si esto se logra, la persona se despierta a las 4 o 5 de la mañana, ya que la excitación neurofisiológica propia del estrés actúa como un despertador con alarma.”

El levantarse demasiado temprano es propio de las personas mayores o un síntoma de depresión y, en estos casos, los antidepresivos constituyen la opción recomendada. A pesar de todo el arsenal terapéutico disponible, Kriguer asegura que “el 70% de los casos se resuelve con lo que denominamos higiene del sueño”.